Puede que nosotras, mujeres, seamos las únicas en hablar de los nacimientos y de la muerte de los hijos. Las únicas en hablar de la soledad profunda frente al otro que observa. Mírame las manos: las he dejado llegar hasta el final siempre. Hazañas perdidas. Mírame los muslos, las arterias, las yemas francas de las manos otra vez, mírame.
Tú y tu lucidez inocente.
Este texto forma parte de la escritura de Estudio de aves en vuelo.